Descripción
El ser humano, heredero de los impositivos antroposocio-psicológicos del proceso de la evolución que en él yacen, se encuentra en el camino de la perfección por medio de las sucesivas reencarnaciones, a fin de alcanzar el nivel superior de ángel que le está reservado.
Espíritu que despierta de la sombra hacia lo infinito de la luz, su marcha es lenta y segura, desarrollando los valores sublimes que duermen en su íntimo, a medida que se libera de los atavismos ancestrales, nimbándose de claridades diamantinas.
Momentáneamente más vinculado a la Tierra, donde amplia los recursos valiosos del progreso, que a las Esferas Superiores que lo aguardan, avanza gradualmente entre percances que supera con los recursos incomparables del sufrimiento, a pesar de que podría conseguirlo mediante las gloriosas acciones del amor.
Más interesado en los fenómenos hedonistas del mundo físico que en las expresiones trascendentes de la Espiritualidad, casi siempre se compromete, cuando es vencido por las pasiones serviles, para caer en los despeñaderos del crimen y del primitivismo, a fin de disfrutar al máximo, sin que tome consciencia de lo finito de la existencia corporal ante la permanencia de la vida plena.
En razón de esa torpe opción, gasta mucho tiempo en el proceso de ir-y-venir, de nacer-y-renacer, sin alcanzar la liberación que necesita para seguir el fascinante viaje de elevación intelecto-moral que le corresponde.
Es muy fácil comprometerse con las manifestaciones de los instintos en detrimento de las expresiones sublimes del sentimiento, que exigen renuncia y abnegación, esfuerzo y constancia en el bien.
Como consecuencia, cada existencia le representa una lección preciosa en el libro de la ascesis moral de la Humanidad que aún se arrastra en el lodo de la Tierra, intentando erguirse con gran sacrificio a los páramos de la felicidad sin manchas.
Por lo tanto, no son pocas las criaturas humanas que aún prefieren las experiencias dolorosas, que derivan de los juegos engañosos de las pasiones serviles, a las libertadoras, que se consiguen mediante el despertar de la conciencia y de la responsabilidad personal delante del proceso reencamatorio.
Sucesivas caídas morales señalan su camino iluminativo, hasta que, al no haber aparentemente más solución, las expiaciones santificantes le surgen como desenlace, imponiéndose como inevitables e impulsándolo hacia adelante y hacia la libertad.
La historia que narro en la presente obra es real, y algunos de sus personajes aún se encuentran reencarnados en la Tierra, rectificando compromisos infelices, estableciendo metas para el propio progreso, creciendo interiormente…
Al presentarla a los queridos lectores, que me concedieren la honra de su lectura, elucido que no me preocupé en modificarles la trayectoria, situándola donde me pareció más apropiado para el desiderátum al que me propuse.
Los hechos tuvieron lugar en las localidades españolas de Salamanca y Ciudad Real, — que ubiqué sin muchos detalles. Sostuve la preocupación de presentar Caidas y Ascensión
a las personas bajo nombres ficticios por motivos obvios.
Igualmente mantuve el celo de estudiarlos acontecimientos históricos de la época, sus conflictos nacionalistas, a fin de definir los comportamientos de los involucrados en los dramas presentados, por haberme dedicado al análisis de su conducta moral y de sus intereses humanos, sociales, económicos y religiosos, que fueron de gran significado para la exposición, lo más fiel posible, de los hechos que marcaron sus experiencias, promoviéndoles la existencia actual.
Convencido de la gravedad y de la ennoblecida significación del Espiritismo Con relación al ser humano y de las posibilidades que concede para la sublimación de los sentimientos y la elevación de su desarrollo mental, procuré referirme a sus postulados sin enunciarlos. tácitamente, empero, realizándolo por medio del significado que tuvieron en la conducta de aquellos que lo buscaron, modificándola totalmente y ayudándolos a encontrar el valor moral de la existencia, del que se vienen utilizando con sabiduría.
Reconocido al Excelente Hijo de Dios, que nos ofreció el incomparable legado de Sus lecciones libertadoras, y a Allán Kardec, el insigne maestro leonés, por su grandiosa contribución para la felicidad del ser humano y de la sociedad en general, mediante la Codificación del Espiritismo, deseo a los queridos lectores un buen viaje en el tiempo y en la historia aquí narrada, que pretende sea una advertencia y al mismo tiempo una propuesta saludable para la felicidad de todos.
Salvador, Navidad (25 de diciembre) de 2002
Víctor Hugo.
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