André Luiz no es su verdadero nombre.
De él se sabe sólo que fue médico sanitario, en el siglo iniciado, y que ejerció su profesión en Río de Janeiro, Brasil.
Según sus propias palabras, optó por el anonimato, cuando toma la decisión de enviar noticias del más allá de la tumba, por comprender que “la existencia humana presenta una gran mayoría de vasos frágiles, que no pueden contener aun toda la verdad”.
Declara Emmanuel, en el prefacio de “Nuestro Hogar”, que él, “por traer valiosas impresiones a los compañeros del mundo, necesitó despojarse de todas las convenciones, inclusive la del propio nombre, para no herir corazones amados, envueltos aun en los viejos mantos de la ilusión.”
Una inmensa curiosidad cercan la personalidad del benefactor y se entreven hipótesis, sin que se llegue a su identidad real. André Luiz, no obstante, fiel al deseo de servir sin honra, y atento al compromiso con la verdad, prosigue derramando bendiciones en forma de libros, sin curvarse a la curiosidad general.
Importa lo que tiene que decir, de espíritu a espíritu.
La vanidad del nombre o consagraciones pasadas ya no encuentran eco en su corazón lúcido y ennoblecido.
André Luiz fue, positivamente, de entre todos los Benefactores que escribieron a los encarnados, el que mantuvo fidelidad mayor a los postulados espíritas, notadamente a Allan Kardec. Su trabajo en lo que concierne a la forma y al fondo, se nota en todo por el respeto y lealtad mantenidos, a lo largo del tiempo, al Codificador y a la Codificación.
Por más de cuatro décadas, André Luiz trabajó activamente junto a la Siembra Espírita, coronándole la excelencia y esclareciendo caminos.
Chico Xavier, el médium que sirvió de “puente”, hoy desencarnado, no pudo ofrecer más una mano segura a la transmisión de sus enseñanzas luminosas.
No sabemos si André Luiz volverá por la mano de otro médium. De este modo, resta sólo, a los espíritas y admiradores, el estudio de su obra magnifica, callando interrogaciones para atenerse a las lecciones suministradas, de mente despejada y corazón agradecido. Como él, ciertamente, aguarda sea hecho.